Cuando la tormenta pase.
Y se amansen los caminos.
Y seamos sobrevivientes.
De un naufragio colectivo.
Con el corazón lloroso.
Y el destino bendecido.
Nos sentiremos dichosos.
Tan solo por estar vivos.
Y le daremos un abrazo, al primer desconocido.
Y alabemos la suerte, de conservar un amigo.
Entonces recordaremos, Todo aquello que perdimos.
De una vez aprenderemos, Todo lo que no aprendimos.
Y no tendremos envidia, pues todos habrán sufrido.
Y no tendremos desidia, seremos más compasivos.
Valdrá más lo que es de todos, que lo jamás conseguido.
Seremos más generosos, y mucho más comprometidos.
Entenderemos lo frágil, que significa estar vivos.
Sudaremos empatía, por quien esta y quien se ha ido.
Extrañaremos al viejo, que pedía un peso en el mercado.
Que no supimos su nombre y siempre estuvo a tu lado.
Y quizás el viejo pobre, era tu Dios disfrazado.
Nunca preguntaste el nombre, porque estabas apurado.
Y todo será un milagro y todo será un legado.
Y se respetara la vida, la vida que hemos ganado.
Cuando la tormenta pase, Te pido Dios apenado.
Que nos devuelvas mejores, como nos habías soñado.